Yes, My Lord
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Noche de terror en la Torre de Londres [Priv Dante-Edward]

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Mensaje  Edward Mar Ago 02, 2011 7:05 pm

Atendiendo a la insistente llamada, Nebiros dejó el instrumental quirúrgico en la mesa de obsidiana y suspiró con hastío, volviéndose hacia el agonizante ángel que se retorcía en la camilla de operaciones, atado por un sinfín de sellos mágicos creados por el propio demonio.
Esbozando una sonrisa, sus afilados caninos destellando, Nebiros se acercó a la aterrorizada criatura y se inclinó sobre ella para lamer su sangre.
- Lo siento... querido, pero tendremos que proseguir nuestra diversión más tarde... -susurró en la caverna desolada en las profundidades del Infierno- después de todo parece que nuevamente alguien se atreve a invocarme...

Sonrió de lado, aún así levemente inquieto.
Nebiros sólo había sido invocado en el mundo mortal en dos ocasiones sin contar aquella novedosa. La primera había sido un gordo inútil, un estorbo sin cerebro que no tardó ni dos segundos en volverse una pulpa sanguinolenta ante los ojos del terrible demonio. Ni siquiera recordaba su nombre, lo que sí recordaba era que gracias a él había extendido la Peste Antonina en Roma y alrededores llevándola desde Oriente hasta allí.
Tras aquella breve pero fructífera visita al mundo de arriba, Nebiros había vuelto a las profundidades hasta que, unos siglos más tarde, otro incauto lo había convocado...
Solo que en aquella ocasión el incauto logró encarcelarlo en un círculo mágico y obligarlo a escuchar su deseo... restringiendo sus poderes demoníacos duramente mientras tanto y sin que él lo notase.
Aquel genio de hombre... Ptolomeo... le había mantenido cautivo durante todo el periodo que duró su vida mortal, ayudándolo en sus guerras para conquistar y mantener los territorios que le había legado Alejandro Magno... hasta que por fin murió de muerte natural.

En aquel momento Nebiros había rugido, victorioso, devorando su maldita alma mortal y desatando un sinfín de plagas y enfermedades por doquier hasta que fue de nuevo absorvido por el Infierno.
Y ahora... esperaba no toparse con la horma de su zapato de nuevo.
Gruñendo, Nebiros aceptó tras un tiempo de hacer esperar al humano la invocación y desapareció de la cueva infernal en un segundo, dejando detrás de él sólo un rastro de su malignidad...

Había llegado... podía sentirlo.
Encogido dentro del círculo demoníaco, el inmenso demonio mayor se irguió lentamente, desplegando sus negras alas y agitando su negra cola, clavando sus resplandecientes ojos verdes en la figura que se alzaba ante él... y que a medida que se erguía se hacía más pequeña e insignificante.
Alcanzados ya sus tres metros de altura, el demonio desvió la mirada hacia el círculo levemente... y entrecerró sus ojos con odio al reconocer el triple encantamiento de contención de Ptolomeo.
Podía derribarlo sin problema... pero era peligroso. Alzó la mirada de nuevo y la clavó en los ojos azules del humano.
- ¿Así que tú eres la insignificante cucaracha que se ha atrevido a invocarme en este siglo... sea cual sea? -inquirió, sus ojos danzando levemente por el lugar húmedo y oscuro, frío, en el que se encontraban y mirando más allá, viendo a lo lejos y muy abajo las luces de una ciudad.

Se volvió nuevamente hacia el humano.
- Interesante... dime... ¿quieres morir? -inquirió nuevamente, esbozando una sonrisa que dejó a la vista sus colmillos y extendiendo su aura demoníaca que extendía a su vez el frío del miedo por el cuerpo de los mortales.
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Mensaje  Dante Fitzalan Miér Ago 03, 2011 3:39 pm

Habían pasado más de una semana en la cima de la torre de Londres. Dante no había dejado a ninguno de los cinco que le ayudaban a cincelar con cuidado cada uno de los recovecos de su círculo perfecto, no quería que cometieran errores. Mejor dicho: No podía darse el lujo de equivocarse en nada.

Había contratado al mejor pintor a escala de esa época para que le ayudara a hacer un trazado idéntico al que tenía en su libro, un círculo de invocación pero no cualquiera. El pintor, luego de mirarle con susto, accedió bajo el juramento de que Dante no podía decir de ninguna forma que él había estado involucrado en esto. El Duque de Norfolk aceptó, dejándolo ir en cuanto el dibujo perfecto de 3 diferentes círculos entrelazados por un gran centro se dejó ver. No eran simples círculos, tenían bordes remarcados con escritoras rúnicas, algunos círculos menores saliendo de ellos, con fuertes hechizos escritos en lenguas como latín, árabe, griego, jeroglíficos egipcios…

Ahora el trabajo era intenso, tenían que cincelar y hacer un trazo simétrico sin destrozar la curvatura de los dibujos, justo lo suficiente para que pudiese regar líquido combustible en ellos. Si… El círculo iba a arder, iba a levantar una llama tan vistosa como su gobierno y su vida misma lo serían. Dante iba a ser el dueño del mundo esa misma noche.

Cuando sus “trabajadores” dieron el último golpe de cincel, Dante verificó círculo por círculo, siguiendo el dibujo, asintiendo a cada paso, notando la profundidad de los cortes, lo perfecto del trazado. Mientras caminaba examinando la creación plasmada en el piso, el sol comenzaba a ocultarse del cielo vespertino de Londres, unas nubes volaban amenazantes sobre la ciudad, negras, como adivinando la catástrofe que se podía avecinar si algo salía mal, ese era un riesgo que el heredero al trono estaba más que dispuesto a cumplir. Valía la pena… Por todos los demonios del infierno que la valía.

Ordenó que comenzaran a vaciar el aceite especial en los canales del círculo, cuidando de que no se escapara ni una gota. No que fuera en extremo profesionista, pero cuando estaba en juego su vida, era de la creencia que debería cuidar hasta el último detalle. Cuando las canaletas estuvieron llenas, sonrió, pidiendo a los trabajadores que se quedaran dentro del círculo un momento. Sonrió ante la facilidad que tuvo en lograr que cumplieran esa petición, ignorantes de su destino. Dante no podía darse el lujo de que anduvieran contando por ahí que jugaba con los demonios y hacía hechizos en medio de la noche. Encendió con una vela que en un instante llenó el círculo de una poderosa llama escarlata, alta, danzante que encerró a los cinco incautos que gritaban pidiendo salida del lugar. No podían hacerlo sin quemarse, debido a todas las bifurcaciones que habían cincelado. Cada paso sería una daga de fuego clavándose en su piel, quemándoles hasta morir.

--Ilusos –Susurró, encogiéndose de hombros mientras veía que se hacían un ovillo en un rincón, esperando poder salir cuando todo terminara. Rió, los pobres no sabían ni siquiera qué habían trazado, ni qué aparecería ahí en unos momentos.

Una tormenta de pronto comenzó a caer sobre las calles de Londres, los truenos sonaban, los relámpagos iluminaban la penumbra ya del lugar. Las gentes paseando alrededor de las calles sin voltear hacia arriba del reloj. Todo iba a salir perfecto. Sacó el libro de entre los pliegues de su elegante gabardina roja, comenzando a recitar.

No podía dudar.

Era ahora o nunca.

Recitó el conjuro en un latín casi perfecto, notando como el ambiente se iba poniendo pesado a cada vez que iba leyendo, el aire se viciaba, había cierta presión en su cuerpo, incluso ante sus ojos, la ciudad parecía desaparecer… Solo quedaba la torre del reloj. Fue entonces cuando tuvo que decir el nombre de aquel demonio que invocaba. Se retiró el miedo del cuerpo. No podía temer.

-¡NEBIROS! –Gritó al fin. Notando como nada pasaba. Esperó, pacientemente. Sabía que no iba a agradarle ser invocado y que se iba a tomar su tiempo, pero todos los demonios estaban obligados a cumplir con la invocación. Todos debían mostrarse.

Al fin, las llamas comenzaron a moverse más intensamente, volviéndose en un segundo de color negro con lenguas verdosas. Dante saltó ante el cambio, abriendo sus ojos desmesuradamente, notando como una esfera de color negro azabache se formaba en el centro del círculo, donde su antes trabajadores gritaban, asustados.

De pronto, el tono de los gritos cambió. Ahora eran gritos de dolor, desesperados, gritos que develaban como los cuerpos de aquellos infelices comenzaban a pudrirse delante de sus ojos, como su fuesen cadáveres en vida, extremidades cayendo como si nunca hubieran estado pegadas al cuerpo. Un temblor le invadió. Notó como la figura se mostraba, se erguía, le miraba desde su imponente estatura con unos ojos verdes llenos de una frialdad glacial, inexpresivos…

--He sido yo quien te ha invocado. –Dijo, reprimiendo las ganas de lanzarse a correr, de detener todo eso. La sola fase tranquila de aquel ser maldito le hacía chasquear los dientes. Cuando le preguntó si quería morir, estuvo a punto de mojar sus pantalones, pero se contuvo, sacando agallas de solo dios sabe donde para continuar. –Y no tengo planes de morir esta noche.

Comenzó a caminar, el sonido de sus botas contrastando con el piso de mármol de la torre. Tragó con fuerza, debía ser inteligente, tal como un rey requería ser.

-Estamos en el año de 1881, esta ciudad se llama Londres, el país, Inglaterra. –Le miró, comenzando a pensar de memoria en las palabras que se había aprendido, que había estudiado hacía ya más de un año atrás. –Y me pertenece –Dijo, sonriendo cínicamente mientras alzaba los brazos, su primer pensamiento terminado, satisfecho al notar que uno de los círculos comenzaba a iluminar la base del fuego de un color azul profundo, que fácilmente se confundía con las llamas negras.

--Este país es una potencia mundial, un lugar sin igual. Un lugar cosmopolita. –Siguió, mirándole de pronto con coquetería. Dante sabía que era hermoso, sabía que muchos caballeros le habían cortejado como si hubiera sido una señorita. Se abrió la gabardina, pudiendo respirar ya con menos dificultad, comenzando a caminar lentamente, de un lado a otro. –El mundo sin embargo, sigue siendo una basura como siempre. ¿Cuántas cosas no te has perdido? ¿Cuántas enfermedades masivas no habrías podido tu liberar y has estado sin embargo escondido en el infierno? ¿No tienes ganas de jugar con la humanidad una vez más?

El silencio de Nebiros le dejó saber que quizá había dado en el clavo, tenía que seguir. Comenzó a concentrarse en su segundo conjuro, pensándolo con detenimiento. Debía sellar sus poderes.

--Ahora con toda esta población, nos caería bien una plaga. Alguien que no le importara matar a tantos tan rápido. ¿Has pensado en crear alguna guerra? ¿Experimentar con los seres humanos a ver cuanto pueden vivir sufriendo? No son tan resistentes como los ángeles, pero tienen menos escrúpulos…

Dijo, mirándole y relamiéndose los labios en un gesto sensual, concentrándose aún más en el hechizo de contención de poderes, las palabras danzando en su mente, el segundo círculo comenzando a encenderse. Estaba a punto de completar el segundo paso.
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Mensaje  Edward Miér Ago 03, 2011 4:18 pm

Al escuchar las osadas réplicas del mortal Nebiros sonrió levemente como un depredador al acecho de su arrogante pero estúpida presa.
Le vio tragar con saliva, seguramente un sinfín de pensamientos aterrados surcando su débil mente de humano. Divertido, desvió la atención de él durante unos segundos... y entonces se percató levemente sorprendido de que a sus pies yacían cinco cadáveres humanos.
"Después de todo no es tan sorprendente que no me halla percatado de la presencia de estos insectos..." pensó encogiéndose de hombros mentalmente y volviendo a centrarse en el humano vivo de la sala cuando siguió hablando.

"Vaya... han pasado unos cuantos siglos..." pensó, totalmente ajeno al casi imperceptible conjuro de sellado de aura que se estaba aplicando sobre él como en el pasado.
"Ohh... ¿un rey? ¿Un principe con ínfulas de rey? ¿O tal vez sólo un desgraciado que quiere que le haga rey?" meditó, ladeando la cabeza y dando un latigazo potente a la primera barrera del círculo para alterar los nervios del reicito, jugando con su miedo.
Pero pronto el juego pasó a otras cotas y niveles... después de todo, aquel humano insolente se le estaba insinuando.
Ante aquello Nebiros estuvo a punto de soltar una terrible carcajada. Era cierto que el muchacho era hermoso, pero había tenido ya a un sinfín de reyes de la belleza angélicos entre sus garras... tenía el sexo aburrido... aunque después de todo seguía siendo un demonio... con necesidades.

Cuando habló de "todo lo que se había perdido", Nebiros no pudo evitar fruncir levemente el entrecejo. Al ser un demonio mayor tan poderoso el Mundo Real no podía tolerar su presencia demoníaca durante demasiado tiempo si sus poderes no estaban contenidos, por lo que nunca había podido ir por su propia cuenta a la superficie... aunque el humano se equivocaba en una cosa.
Nebiros esbozó una cruel sonrisa llena de blancos dientes afilados.
- Niño tonto... ¿pero qué te hace pensar que no he creado todas las enfermedades y virus que habéis sufrido? -soltó una terrorífica carcajada que sonó como los alaridos de mil demonios- Puede que no pueda extender mis alas por vuestro mundo, pero nada me impide enviar a mis niños arriba.

Torció la cabeza, repentinamente empezando a notar una molesta e inquietante sensación que no lograba identificar. Torciendo el gesto y mirando a ambos lados, buscando el origen de su inquietud, Nebiros siguió hablando.
- ¿Y acaso debo asumir que tú me has invocado para darme total libertad para aniquilar a la molesta humanidad o hacer lo que desee con ella? -inquirió sarcásticamente sin prestarle mucha atención...
Hasta que por fin descubrió lo que ocurría.
Abriendo sus verdes ojos reptilianos al máximo, soltando un rugido de ira, Nebiros se giró hacia el humano que le estaba sellando y le apuntó con la palma de su negra garra.
- ¡¡¡MALDITO, MUERE!!! -gritó con furia asesina- ¡¡¡HADO NO HACHI JUU HACHI, HIRYU GEKIZOKU SHINTENRAIHO!!!
Tras aquel bramido demoníaco... el caos estalló en la Torre de Londres.

De la palma del demonio mayor salió un gigantesco torrente de energía demoníaca negro-verdosa que chocó con estrépito contra la primera barrera del círculo... arrasándola y atravesándola como si no fuese más que papel.
Rugiendo con más fuerza, Nebiros aumentó el torrente de magia... viendo con cada vez más desesperación como la magia negra... se iba volviendo cada vez más verdosa, síntoma inequívoco de que sus poderes se estaban restringiendo cada vez más y más.
Su conjuro siguió inclemente, golpeando a continuación la segunda barrera, que en esta ocasión logró frenar la magia demoníaca a duras penas, sin embargo comenzando a agrietarse rápidamente... hasta que con un último bramido, el demonio cortó el flujo de energía del hechizo... o más bien Dante se lo cortó.
Abriendo los ojos desorbitados por la locura asesina que se había apoderado de su cuerpo, Nebiros hizo restallar su delgada pero poderosa cola como si fuese un látigo... que rompió en mil fragmentos la segunda barrera.

Cada vez más desenfrenado, sintiendo como ya el invocador empezaba el último conjuro de parálisis, Nebiros se olvidó por segunda vez en su larga vida de la magia y arremetió contra la tercera barrera con garras, alas y cola, todas aquellas partes del cuerpo revelándose entonces como potentes armas de destrucción.
Recordando levemente los cuerpos de aquellas cucarachas a las que había matado nada más llegar, el brujo les lanzó una leve mirada... mirada que bastó para que los cuerpos semiputrefactos se levantasen a duras penas y pasasen tambaleantes a través de las llamas oscuras y la última barrera como si ambos no existieran.
Contra unos simples cuerpos humanos la magia de contención no servía.
Sonriendo cruentamente, Nebiros lanzó a aquellos zombis contra el invocador, redoblando su ataque contra el escudo mágico.

Y entonces, por fin... la tercera barrera cedió.
- ¡¡¡SÍ!!! -rugió, atravesando la debilitada capa mágica con una de sus garras... garra que repentinamente se extendió como si fuese de chicle, dirigiéndose directamente hacia el invocador- ¡¡¡MUERE!!!
La locura de los ojos verdes del demonio alcanzó su punto álgido... y repentinamente se abrieron al máximo con una inmensa sorpresa brillando en ellos.
La garra negra se detuvo a escasos milímetros del cuello de Dante, goteando levemente un veneno que al entrar en contacto con la piedra del suelo la deshizo como si fuese ácido.
Nebiros jadeó.
- Mal...dición... -gimoteó, su larga garra volviendo rápidamente a su longitud normal, su esbelto cuerpo cayendo paralizado contra los restos de la última barrera, manteniendo su cabeza alta únicamente por su brazo entallado en el agujero del escudo, colgando medio fuera sin fuerzas.
Rugiendo en su mente, Nebiros alzó los ojos como pudo... viendo las predecibles cadenas plateadas rodeando su cuerpo, cadenas que sólo demonio e invocador podían ver al ser una magia restrictiva únicamente destinada a las invocaciones.
"No puedo... haber sido derrotado... otra vez..." maldijo en silencio...
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Mensaje  Dante Fitzalan Miér Ago 03, 2011 7:19 pm

No podía leer las expresiones del demonio.

Notaba el rostro neutral, quizá divertido ante sus palabras, sin embargo todo ese aire de muerte, de solemnidad le estaba enfermando. Sentía su estómago suelto, sus piernas temblorosas. Le escuchó hablar, la carcajada helándole la sangre, sus palabras tenían mucha razón. De pronto, Dante se sintió como lo que realmente era ante él, un sucio humano que simplemente estaba molestando de sus endemoniadas labores. Negó con la cabeza, concentrándose en el segundo hechizo de contención. Estaba casi listo.

—No. No debes asumir eso ya que no es real. No te invoqué para darte total libertad --Dijo, mirándole, tratando de distraerle por unos segundos más. Solo unos segundos más.

El grito de Nebiros junto con el estallido de un trueno a la lejanía le hicieron saltar. Cerrando los ojos, concentrándose en repetir mentalmente el tercer hechizo. Estaba cerca, muy cerca. Sus ojos azules estaban mirando con horror como estaba tratando de detenerle, de escapar.

Sin embargo, la magia negra brillando en un tono verdoso, le dieron esperanzas. Se concentró, tratando de no ver nada, escuchando los truenos a lo lejos, sintiendo como una lluvia intensa comenzaba a llenar las calles, hacía oler la ciudad a tierra mojada, llenaba el piso de arriba de la torre de Londres, descubierto.

Cuando volvió a atacar las barreras, Dante abrió los ojos y saltó. Si no terminaba ahora… Ese demonio iba a alimentarse de sus entrañas y a matarle dolorosamente, en el peor de los casos. Sin embargo, logró terminar de recitar el hechizo, notando con alegría insana el cómo el curso de los ataques mágicos de Nebiros fue roto.

No tenía tiempo que perder.

Necesitaba terminar el hechizo de inmovilización.

Nebiros por su parte luchaba con una furia horrenda, golpeando la barrera, las palabras del conjuro comenzando a formarse dentro de la mente de Dante. Sería suyo, ese demonio sería suyo. Sin embargo…

Cuando los cuerpos pútridos de los que habían sido sus empleados se levantaron dejando a la vista una horrenda visión de vísceras y miembros semi-leprosos… No pudo soportarlo mucho. Pasaron el fuego como si se tratara de un campo de algodones, comenzando a caminar hacia él. Dante los miraba horrorizado, paralizado, su mente concentrándose simplemente en decir el hechizo, en hacer que todo terminara. NECESITABA QUE TERMINARA.

Fue cuando uno de los zombies le tocó, cuando olió el hedor de la carne podrida, que Dante gritó y se desconcentró, notando como la barrera de contención cedía casi inmediatamente. El albino giró su cabeza, notando como el demonio iba a contra él. Cerró los ojos con fuerza, recitó lo último del conjuro y luego…

No pasó nada.

Lo vio venir hacia él amenazante, los ojos de reptil mirándole con una insana satisfacción al saber que iba a asesinarle. Gritó… Gritó con tanta fuerza que sintió que el mismo aire le faltaba, se mantuvo de pie, notando como una calidez corría por sus piernas, su vejiga vaciándose sin control sobre sí mismo.

Fue cuando vio la mano detenerse, el veneno corroer el mármol… Y las cadenas al fin… Al fin sosteniéndole.

Lo había hecho.

Cayó de rodillas, sintiendo la humillación de cual niño pequeño que se asusta, haberse mojado los pantalones de la impresión. Ahí, tumbado, sentado sobre sus glúteos, comenzó a decir.

—Mis términos del contrato… son sencillos y realizables. No podrás matarme, ni lastimarme físicamente… Me servirás única y exclusivamente a mí, siguiendo al pie de la letra cada orden que te diga, no podrás crear plagas en el mundo ni causar ningún genocidio. Me mantendrás a salvo de ahora a 50 años después que tome el trono. Me servirás como mayordomo principal, te arrodillarás y dejarás a todo el infierno, cielo y tierra saber que Dante Fitzalan, príncipe de Inglaterra… es tu contratista
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Mensaje  Edward Jue Ago 04, 2011 1:43 pm

Los ojos de Nebiros destellaron de ira al escuchar sus restricciones. ¡¿NO CREAR PLAGAS?! ¡¿ÉL?! ¡¿EL CREADOR DE TODAS LAS ENFERMEDADES Y PLAGAS HABIDAS Y POR HABER?!
Se revolvió nuevamente tratando de destrozar aquellas ataduras arcanas... sin éxito. Con su kidoh restringido no podía siquiera invocar un hado o una bakudo lo suficientemente poderosa como para liberarse sin poder hablar ni moverse.
Pero entonces el chico terminó de formular su deseo, y el demonio se libró por fin de aquella inmovilidad... sólo para ser retenido por las condiciones mágicas del contrato... ya no quedaba otra, debía poner sus condiciones.

Lanzándole una mirada de odio, Nebiros se alzó lenta, muy lentamente, mientras su figura negra y terrorífica comenzaba a cambiar...
- Dante... Fitzalan... -gruñó con esfuerzo, sus dientes comenzando a parecerse más a los de un humano, su piel volviéndose menos pálida, el vello negro que lo recubría de cintura para abajo desapareciendo...- concederé tu deseo... a condición de que cuando se halla cumplido tu mente, cuerpo y alma me pertenecerán para hacer mi voluntad con ellos...
Se irguió totalmente en su metro ochenta y ocho de altura humana, su cabello terminando de volverse rubio, sus ojos de color café nuevamente recobrados en su glacial frialdad, su hermoso y poderoso cuerpo desnudo, ya sin más rastros demoníacos que su larguísima cola negra, que restalló una última vez contra el suelo de piedra dejando un surco de gravilla al destrozarla antes de desaparecer en su espalda.

Y entonces el demonio mayor... recuperó su sonrisa confiada y aterradora, mirando al humano con los sensuales ojos entrecerrados y posando una mano en su cintura.
- Sin embargo no creas que cumpliré siempre las normas -sonrió más ampliamente-, después de todo soy un archidemonio...
El demonio alzó el dedo de su mano libre y la llevó hasta la parte superior de su ingle, señalándola.
Sin romper el contacto visual con Dante y sin perder su sonrisa altiva el brujo cerró los ojos... haciendo aparecer bajo su dedo sobre su piel la marca violeta del contrato.

Entonces se volvió hacia el humano volviendo a abrir los ojos y señalándolo.
- Desde ahora... me perteneces -gruñó en voz baja, desplegando la magia del contrato... y tatuando en su real nalga derecha la marca. Sonrió torcidamente-. Espero disfrutes de tu corto reinado... porque después de todo al final quedarás sin nada... en mis garras.
Y entonces, conteniendo sus instintos asesinos y tragándose su orgullo, Nebiros se arrodilló ante aquel mocoso totalmente desnudo.
- Dame un nombre para que pueda permanecer en el Mundo Humano, niño estúpido, y acabemos con esto ya... -maldijo en voz baja, imaginando una y otra forma de asesinar a aquella abominación humana con sus garras desnudas.
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Mensaje  Dante Fitzalan Jue Ago 04, 2011 7:29 pm

Se resistía.

Dante sabía que una vez atrapado, el demonio no tenía más remedio que obedecer todas y cada una de las condiciones del contrato. Había estudiado muy bien qué era lo que iba a decir y cómo, había buscado posibles fugas en las condiciones y aunque sabía que siempre iba a haber, su seguridad quedaba sellada con esas peticiones. Desde el principio supo a qué se arriesgaba; Nebiros no era como aquellos demonios que buscaban tratos rápidos para conseguir almas con qué alimentarse, Nebiros había sido traido a la fuerza al mundo humano y tenía que obligarle a que se quedara y más importante... A que le obedeciera.

Cuando las cadenas se desdibujaron, Dante observó con sus orbes azules cómo el demonio fue cambiando poco a poco. Le retuvo la mirada, insolente. Ahora que estaba bajo su control (Aparentemente) Dante no tenía ya tanto miedo como hacía apenas unos minutos. Frunció el cejo cuando le escuchó modificar un poco sus condiciones. Pero... Una vez cumplido el trato, ¿para que quería su mente si iba a morir? Quizá el joven Duque de Norfolk no se imaginaba que Nebiros podría torturarlo de la manera más horrenda una vez que el trato terminara. No.. en esos momentos Dante no pensaba en eso.

--Acepto tus condiciones --Dijo de pronto, aún en el piso, notando como ahora era su físico el que se modificaba. Tragó con fuerza al ver tal visión de cuerpo frente a él, el maldito había elegido como forma a alguien demasiado atractivo, que daba incluso apariencia de un noble más que un mayordomo. Ya iba Dante a arreglar eso en breve.

Saltó y no pudo evitar poner rostro de miedo por si tan solo unos segundos al escuchar la cola romper el mármol. Tenía que arreglar esa torre en los siguientes días, para que su padre no se enterara de lo que había pasado. Volvió su mirada a él, notando como el demonio insolente se regodeaba de su figura, de su atractivo. Dante había elegido bien... Muy bien. En actitudes eran tal para cual, con una diferencia... Por tiempo limitado, si, pero Dante era el que mandaba ahí.

--Veré que las cumplas, de una manera u otra --Le respondió, para tener la última palabra. Abrió la boca, al ver como había elegido una parte poco convencional para el símbolo de su contrato. Sonrió, ¿acaso quería que le viera?

--¿Qué es lo que estás diciendo? Tu eres el que me perteneces a mí --Gruñó de regreso, sintiendo un ligero dolor en su glúteo derecho. Se desabrochó los pantalones, bajándoselos a las rodillas para ver qué había pasado, notando que la marca de contrato se hallaba ahí --¿No pudiste ponerla en lugar más vistoso, verdad? --Le reclamó --Si, si, ya lo se... Pero seré un rey al cual todo el mundo recordará, mi nombre permanecerá glorioso como Alejandro Magno... Ya que no puedo pedir inmortalidad, mi vida será entonces la recordada de esa manera. Y tu... No tendrás más remedio que estar aqui conmigo.

Lo que Dante quizá no se esperara, era que realmente se arrodillara. Un toque de adrenalina se posó en su cuerpo, y le miró desde arriba, altivo, mientras se acomodaba los pantalones nuevamente. Se desabrochó su gabardina, aventándosela para decirle.

--Este niño estúpido, es tu amo... Ponte esto, no quiero que mi mayordomo sea detenido por la policía por exposición indecente --Ordenó --Y desde hoy, creo que deberías llamarme "mi señor" sería más acorde con nuestro pequeño contrato Nebiros. No; Edward. Ese será tu nombre a partir de ahora --Le dejó saber, esperando a que se vistiese para poder comenzar a caminar.

Ni de broma iba a darle la espalda justo en esos momentos.
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Mensaje  Edward Vie Ago 05, 2011 1:29 pm

Nebiros registró todas aquellas emociones, leyendo en Dante como si fuese un libro abierto.
"Después de todo es un humano tonto" rió para sí, viendo como tragaba saliva al verle desnudo y como se encogía cuando hizo restallar su cola.
Su boca abierta por la sorpresa y su ligero sonrojo casi hicieron que sonriese altivamente de nuevo. Era tan predecible... y debía admitir que atrayente, a pesar de la mancha que impregnaba sus pantalones.
Nebiros sentía deseos de regodearse con su miedo... pero entonces el crío se bajó los pantalones como si nada... no llevaba ropa interior...

Nebiros soltó un gruñido involuntario. Era un demonio centrado en la inteligencia, crueldad y lujuria... no podía evitar seguir aquella última características.
"Mierda... se lo habrá hecho encima... pero... siguen dándome ganas de violarlo aquí y ahora... o de matarlo aquí y ahora... maldición..." pensaba el demonio mayor arrodillado, su rostro totalmente inexpresivo.
Por suerte, el crío volvió a subírselos pronto, y cuando le tiró su gabardina encima ya pudo olvidarse por fin de su delicioso cuerpo...

Nebiros... Edward se irguió recuperando su sonrisa altiva, superando en altura a Dante y mirándolo desde arriba con un ligero desdén brillando en su sonrisa.
Entonces dio una palmada repentina que resonó en la ahora silenciosa y oscura torre, y acto seguido tocó con las palmas de su mano la prenda de ropa.
Al instante ésta se transmutó, ardiendo en llamas verdes que se extendieron por todo el cuerpo del demonio hasta que al desaparecer reveló un traje de gala negro, más de noble que de mayordomo, con una camisa blanca bajo la elegante chaqueta.
Edward alzó una ceja al inspeccionarse.

- ¿De modo que ahora es así la moda humana? -preguntó retóricamente- Mmmm... me queda bien.
Se encogió de hombros. De hecho le quedaba mejor que bien.
Sonriendo levemente de nuevo el brujo chasqueó los dedos y tras una leve llamarada entre ellos aparecieron unas delgadas gafas de montura plateada que procedió a ponerse sobre sus misteriosos y ahora atrayentes ojos café.

- Edward... es pasable. El llamarte "mi señor"... -sonrió malévolamente y desapareció ante los ojos humanos de Dante, apareciendo a su espalda y susurrándole al oído- lamento no ser capaz de hacerlo con esa mancha olorosa en tus pantalones... niño.
Riendo burlonamente el demonio se apartó de él y se asomó a las alturas de la Torre, disfrutando de la negra y oscura vista... un nuevo mundo que redescubrir.
Sonrió mordazmente.
Edward
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Mensaje  Dante Fitzalan Sáb Ago 06, 2011 11:32 am

Cuando "Edward" se levantó y dejó ver su superioridad en altura, Dante le lanzó una mirada agresiva. Había leido mucho, sabía que ese demonio en particular era considerado como "indomable" y ciertamente el príncipe heredero no quería retenerle, domarle de ninguna manera. Solo quería que obedeciera sus órdenes y le protegiera, de ser necesario.

¿A quién engañaba?

Iba a ser muy necesario.

Las presiones políticas del maldito populacho querían instalar un parlamento y disolver la monarquía. Dante no los iba a dejar. Su padre tal vez por miedo cediera, pero él... él iba a pelear por volver a hacer refulgir las luces de un imperio bajo mano de una sola persona. Con muchos al poder, los intereses se dividían, con uno solo... Con Dante en el poder Inglaterra tendría una sola cabeza, una sola dirección.

Dejó de distraerse para ver a Edward transmutar su gabardina. Chasqueó los labios, molesto. Esa pieza de ropa era algo que amaba de su atuendo y ahora él la había arruinado. Ya mandaría a hacer otra.

--Vaya... Modesto también...--Comentó Dante con sorna, escuchandole alabarse a él mismo. Sin embargo; debía aceptar que decía la verdad. El traje que vestía era por mucho elegante y apegado a las tendencias de esos momentos, fina tela, color sobrio... Mucho más elegante de lo que cualquier mayordomo se vestiría. Dante no tenía problema con eso, como mayordomo de la realeza, tenía la libertad de arreglarse así. Cuando se puso las gafas, el chico solamente le observó de arriba a abajo, había elegido una apariencia muy atractiva.

Nebiros no era como los otros demonios, quienes dejaban que su "amo" eligiera la forma en la cual lucía. Este demonio en particular era demasiado obstinado, demasiado rebelde como para dejar que Dante decidiera cómo quería que luciese en su forma "humana"

--¿Cómo te atreves? --Siseó Dante, mirándole, sintiéndose ignorado cuando Nebiros se dirigió al borde de la torre. Iba a tener que acostumbrarse a tragarse parte de su orgullo y poner mil esfuerzos en hacer que obedeciera o mínimo, que aparentara frente de los demás. --Te prohibo que menciones esto a nadie. Nunca, es una orden. -Le dejó saber, mientras caminaba a su lado y se perdía su mirada en el horizonte, las luces de la ciudad llenando el espacio negro, casi infinito. Esa iba a ser su ciudad, su reino... Todos en cada casa le respetarían.

Ya podía saborear su victoria.

--Ahora que ya te acostumbraste a mi mundo... Te ordeno que restaures esta torre. No debe quedar ni un rastro que fuiste invocado aquí. --Dijo, sin moverse de donde estaba. Era verdad, nadie debía saber que el príncipe de Inglaterra tenía un demonio por mayordomo y guardaespaldas.
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Mensaje  Edward Sáb Ago 06, 2011 3:17 pm

- ¿Que cómo me atrevo...? ¡¿Que cómo me atrevo?! -los siniestros ojos marrones se volvieron hacia el humano, destellantes y coléricos, pero su sonriente rostro sin expresar la ira que éstos parecían desplegar- No eres más que un mortal que usará el 90% de su vida en buscar y saciar tontas ambiciones y deseos que luego quedarán reducidos a la nada -le increpó con voz totalmente calma y sin variar su expresión tranquila-. Créeme que si quisiese contarle al mundo que mi simple presencia te hizo vaciar la vejiga podría hacerlo sin ningún problema. Por suerte para ti yo pienso a lo grande y no en nimiedades... ten por seguro que encontraré otra forma de destruírte -terminó, ampliando su sonrisa.

Al escuchar su segunda "orden" Edward contuvo una sonrisa.
- Ah... cierto, borrar las pruebas del delito -murmuró, dándole la espalda a la ciudad dormida y clavando sus ojos venenosos en los cadáveres putrefactos.
Sin ninguna clase de movimiento delator, ni una palabra mágica ni un movimiento, Edward les prendió fuego a los cadáveres, un fuego verdoso que los consumió y no dejó ni las cenizas.
Acto seguido se volvió hacia el lugar donde sus garras, cola y veneno habían horadado la piedra de la Torre y entornó los ojos.
- Ishi -murmuró, nombrando a la Piedra por su verdadero nombre y contemplando siempre con aquella leve sonrisa cómo la gravilla en la que se había convertido la roca destrozada volaba de todos los lugares de la Torre por los que se había esparcido para retornar al lugar donde originalmente se encontraban y solidificarse para reparar los zarpazos y latigazos que había dejado profundamente grabados en el suelo y las paredes.
También el círculo demoníaco fue rápidamente rellenado por la misma gravilla, desapareciendo los rastros de hollín de las detonaciones y el fuego mágico hasta que por fin todo quedó reluciente.

Satisfecho por el trabajo de limpieza, Edward levantó una mano que se llevó a la boca... mordiendo a continuación el dedo índice con su colmillo derecho hasta hacerse sangre.
Una única gota de sus sangre negra y viscosa se desprendió del dedo, yendo a parar a los pies del demonio... y esparciéndose en todas direcciones como si estuviese viva para dibujar otro círculo de invocación, en esta ocasión hecho con magia y sangre.
Edward alzó una mano y la colocó con la palma abierta hacia abajo justo sobre el centro del círculo.
- Lucifago... págame lo que me debes -dijo simplemente con aquella voz sensual que había adquirido-. De lo contrario atente a las consecuencias.

Durante unos segundos no pasó nada, pero entonces del centro del círculo surgió un pequeño montículo... de sangre.
Aquella cosa se alzó lentamente, hasta que finalmente con un chapoteo que sonó repugnante, un objeto largo y plateado salió disparado de la sangre y chocó contra la palma del brujo demoníaco, que agarró el objeto firmemente y sonrió.
- Eres muy amable, hermano -dijo con sorna, observando el objeto que llevaba en la mano mientras el nuevo círculo y su consiguiente estropicio desaparecían totalmente.
Dicho objeto era un bastón de aproximadamente metro quince de altura en el que Edward podría apoyarse cómodamente erguido sin necesidad de encorvarse de metal con una empuñadura negra retorcida como si fuese un relámpago.
Antes de que la sangre se filtrase hasta desaparecer totalmente de ella surgió una voz cavernosa y aterradora.
- Su nombre es Raiku... el comando es Kurue... -dijo la voz, apagándose totalmente entonces al desaparecer la sangre.
Edward se limitó a sonreír.
- ¿El comando de activación es "enloquece"? Que conveniente... -murmuró, satisfecho, apoyándose entonces en la vara y volteándose cara al humano con una expresión altanera en el rostro- ¿y bien? ¿Algo más... mi señor? -inquirió con sorna.
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Mensaje  Dante Fitzalan Mar Ago 09, 2011 4:38 pm

Las palabras tan mordaces del demonio le pusieron de mal humor. Él nunca iba a entender las verdaderas intenciones de Dante. No eran caprichos, simples ambiciones... Londres estaba sumido en un ambiente de casi mediocridad, las calles se llenaban de inmigrantes, delincuentes, prostitutas y pobres que le quitaban el aire sofisticado a Inglaterra, un país donde la luz de muchas artes nació, el país con una modernidad tal que todos querían habitar en él, competidor de la cosmopólita Francia, la virginal Italia, la siempre pura España, la revolucionaria Alemania... Inglaterra tenía que regresar nuevamente a sus épocas de gloria y Dante Fitzalan se iba a encargar de eso.

No iba, sin embargo, a hacer todo de manera desinteresada. Era un patriota, si, pero no alguien que estuviera dispuesto a sacrificar todo para ser un héroe y hacer que la patria renaciera. Más en sí, Dante era alguien que quería honor, gloria, su nombre remarcado en los libros de historia del futuro, nunca olvidado, como Alejandro Magno. ¿Existencia mortal, decía Nebiros? Si; claro. Era un humano, pero no un humano como cualquier otro. No aspiraba a vivir inmortalmente, no era completamente impresionable como todos los demás y se aburría fácillmente, no podía imaginar la tortura de la inmortalidad aburriéndose mientras veía que todos abrían los ojos como platos por un nuevo descubrimiento. No... No quería vivir para siempre.

Pero... ¿Porqué molestarse en explicárselo a Nebiros, si no lo iba a entender?

--Si, si, a su debido tiempo me destruirás. ¿Podrías guardar tus frustraciones para después y obedecer? --Le dijo completamente fastidiado. Observó como quemó los cadáveres, tapándose la nariz con la palma debido al desagradable olor de la carne quemada. Dios... Los humanos eran asquerosos. Olían muy mal cuando se cocinaban. Se rió debido al pensamiento tan idiota que acababa de tener, para luego, observar cómo Nebiros se disponía a reconstruir el lugar entero.

Arqueó las cejas.

Eso SI le impresionaba.

Abrió la boca pensando que iba a jugarle una mala pasada invocando a otro demonio, pero recordó el contrato y suspiró aliviado. La curiosidad se mostró en sus ojos cuando Nebiros habló, su voz grave, melódica. No iba a negar que había tomado un humano condenadamente atractivo como forma humana. Si... Tan hermoso como peligroso.

Se hizo hacia atrás cuando algo viscoso parecido a sangre por coagularse comenzó a manifestarse, el asqueroso olor metálico que podía casi probar con su lengua, el grueso sonido que le creaba un nudo en la garganta. Quiso vomitar, pero se contuvo. Bastante Nebiros tenía para burlarse de ese pequeño "desliz" con su vejiga como para añadir algo más a la cuenta ese mismo día. Entornó los ojos para ver el bastón, era de corte gótico, hermoso... Tallado como si el más reconocido de los escultores hubiera trabajado en él. Cuando le dijo "mi señor" Dante sonrió, satisfecho.

Sentía el poder corriendo por las venas. se sentía superior, dominante.

--Ese bastón... No es uno cualquiera ¿verdad? --Inquirió, fijándose nuevamente en él. --Edward, vamos... pon una sonrisa en tu boca, no puede ser tan malo. A tu favor... soy YO tu dueño, no otro humano asqueroso que te hubiera pedido un plato de comida por su alma. --Dijo, arrugando la nariz, para posarse frente al demonio y colgarse de su cuello, se sentía ahora con el poder de tocarle, a sabiendas que no le dañaría físicamente. --Te divertirás a mi lado, Edward --Terminó, sin soltarse de su cuello, esperando que mínimo aceptara sin tanta amargura las cadenas que ahora le ataban al mundo humano y a Dante mismo.
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Mensaje  Edward Mar Ago 09, 2011 4:59 pm

Nebiros soltó una carcajada que podría helar la sangre de un dragón.
- ¿Frustraciones? -rió, entretenido- Oh, lo que ahora sale de mi boca es única y exclusivamente ira, pero no te preocupes, ten por seguro que "después" te las recordaré todas -sonrió más ampliamente, girando el pomo de su bastón con despreocupación.
Rió, cada vez más entretenido y satisfecho de haber invocado su pago con respecto a Lucifago frente a los ojos de aquel mortal arrogante. A su nariz llegó el hediondo olor de los fluidos gastrointestinales, y supo que el joven había tenido arcadas, conteniendo las ganas de vomitar.

Al parecer aquel humano era, a parte de un ególatra como no había visto desde Ptolomeo, un crío bastante optimista, ya que por su porte y su mirada parecía haber desoído totalmente el sarcasmo en las palabras de Nebiros al nombrarlo "mi señor".
"Otra razón por la que odiarlo..." pensó el demonio, entrecerrando los ojos cuando el humano mencionó su bastón.
- ¿Acaso deseas portar el arma de un demonio? -inquirió, preguntándose si realmente aquel muchacho sería tan estúpido como para aceptar su arma- Por un precio razonable estaría dispuesto a entregártelo... -sonrió de lado, si era tan idiota él ganaría; si aceptaba el pago de un contrato de Nebiros con Lucifago como deseo y le entregaba otra cosa sería como si cerrase un contrato acabado con el propio Lucifago... que adquiriría instantáneamente la capacidad de materializarse en el plano mortal sin amos y sin restricciones de poder.
Contuvo las ganas de sonreír tétricamente.

Pero entonces siguió hablando... y no sólo eso, sino que incluso se atrevió a colgarse de su cuello... DE SU CUELLO.
Edward contuvo a duras penas sus instintos asesinos, sabiendo que ni aunque quisiese podría romper el contrato y cortar en pedazos a aquel insolente. Estaba atado de pies y manos en esa regla en específico.
Los ojos color café comenzaron a brillar verdes, una energía impía, oscura y fría rodeó al demonio, afectando como un aura de terror a Dante y envolviéndolo en una mortaja de olores y percepciones aterradoras.
Nebiros esbozó una terrible sonrisa llena de dientes afilados como cuchillas, siendo ésta más aterradora incluso debido a su por lo demás normal apariencia.
- Oh... tenlo por seguro... me divertiré MUCHO a tu lado... -afirmó como si estuviese comunicándole la fecha de su muerte... una muerte excesivamente inminente.

Cuando logró controlarse lo suficiente como para aflojar ligeramente la presión que sus dedos ejercían sobre el bastón, el demonio reprimió sus poderes y tanto sus ojos como sus dientes volvieron a aparentar humanidad.
Clavó su mirada en los ojos del humano.
- Como decía... -reguló su voz volviendo a aparentar ser un apuesto y sensual noble u hombre de negocios- ¿alguna otra petición? -inquirió, resaltando aquella última palabra, en lugar de "orden", aún así logrando esbozar su media sonrisa de costumbre.
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Mensaje  Dante Fitzalan Miér Ago 10, 2011 5:05 pm

Cuando los ojos de Edward comenzaron a cambiar. Dante tembló, sin poder evitarlo. Se separó, lentamente para no darle el gusto de verle saltar, sin embargo, sentía nuevamente las piernas flojas, el vacío en su estómago, la enorme necesidad de gritar, más se contuvo. Tragó con fuerza, mirándole con sus ojos azules con algo mezclado entre la incredulidad y el odio. ¿Porqué se comportaba así si se supone que....?
¿Había fallado algo al momento de hacer el contrato?
Se había aprendido las palabras de memoria, sin embargo... Era un humano después de todo. Pudo habersele pasado algo.

--No quiero el arma de un demonio. --Respondió, mirándole analítico. Si a Nebiros se le había hecho difícil el ser capturado, si aún no aceptaba el mando que Dante tenía sobre él... Era por demás difícil que le estuviera ofreciendo un bastón el cual seguramente tenía algo de poder que quizá él, siendo un humano común y corriente no podía manejar. Si algo tenía que recordar siempre, era que Edward no iba a ser acomedido y a ofrecerle cosas por su beneficio. --Mi siguiente orden --Dijo, recalcando la palabra, mientras alzaba el índice y le señalaba, para indicarle que no iba a hacer ninguna modificación a la manera en la cual le hablaba. --Es que vayamos a mi palacete. Estoy cansado, mañana tengo muchas cosas que hacer, entre ellas presentarte con las personas de mis alrededores. A casa, Edward --Le dijo, realmente cansado, comenzando a caminar hacia las escaleras de la torre, disponiéndose a bajar y a pedir un carruaje en la calle.

No pudo evitar sentir un frío en la espalda mientras caminaba.
Maldito Nebiros.
Le causaba un terror profundo.
Ahora era cuando se preguntaba: ¿Aguantaría a vivir tanto tiempo con ese demonio rebelde?
¿Quién de los dos cedería primero?
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Mensaje  Edward Miér Ago 10, 2011 5:24 pm

- Oh... ¿no la quieres? Es una lástima... -probó otra vez a engañarlo- si la tuvieses podrías defenderte por ti mismo perfectamente y yo podría largarme de aquí... ambos ganaríamos, pero en fin, si ese es tu deseo...
Se encogió de hombros, aparentemente indiferente, lanzando una mirada inexpresiva a la oscuridad de Londres, deleitándose con las sombras y la inquina que percibía en el ambiente. Aspiró hondo aquel olor...

Y entonces escuchó aquella orden... ah... deliciosas órdenes no específicas...
Sonriendo demoníacamente fijando sus ojos en la espalda del humano, el brujo dio un paso... y apareció frente a Dante, cortándole el paso.
Sus ojos llenos de diversión, el "mayordomo" se inclinó levemente ante él...
- Como desee... mi señor... -ironizó... y Dante se encontró colgando del hombro del demonio, que a la velocidad del rayo se lo había echado sobre el hombro y agarrado la cintura con uno de sus sobrehumanamente fuertes brazos, cargándolo así como si fuese un saco de centeno.

El demonio se dirigió ahora con paso estudiadamente humano hacia el borde de la torre... borde que se abría al vacío negro de una caída de más de cincuenta metros... mucho más...
Sonriendo más ampliamente, Nebiros se volvió hacia su "amo" y rió escalofriantemente.
- No se preocupe mi señor, no será necesario que me indique el camino, la magia del contrato lo hará... -abrió los ojos brillando victoriosos-agárrese...
Y entonces... saltó al vacío.

Deleitándose con el miedo del humano, Nebiros aguardó hasta el último segundo a abrir sus alas que rasgaron su traje nuevo por la espalda y retomar altitud a escasos metros del suelo, volviendo a alzarse con completa facilidad por encima de las residencias de Londres que dormían plácidas mientras un demonio mayor las sobrevolaba...
"Pobres ingenuos... pronto conoceréis el dolor y la desesperación" pensó el brujo, sonriendo malévolamente, con una mano sosteniendo su bastón y la otra agarrando al humano para que no se cayese... rezando porque se revolviese para tener una excusa para soltarlo...
"Ojala pudiese hacer eso" suspiró el ser, ya atisbando una lujosa mansión... y resoplando.
Extravagante, pero al menos amplia... excelente para sus planes.
"Una casa amplia para que el mocoso me esquive y yo pueda esquivarlo a él... el cambio debe de estar perfectamente sincronizado..." sus ojos cafés se desviaron ante aquel pensamiento a un lejado tejado de la ciudad... donde nada más que un ojo angélico, demoníaco o shinigami hubiese podido ver un enorme cúmulo de oscuridad... con la sospechosa forma de una gigantesca araña.
Edward asintió, Neburus estaría listo para cuando él lo dispusiese. Con suerte aquel crío no habría leído que Nebiros contaba con tres demonios superiores bajo su mando...
Edward
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Mensaje  Dante Fitzalan Vie Ago 12, 2011 6:53 pm

El que se la hubiera ofrecido 2 veces ya confirmaba sus sospechas. Fue una buena decisión el no haber aceptado.

Mientras, hundido en sus pensamientos, Dante comenzaba a creer que podría soportar a Nebiros, que realmente la forma en la cual lo había invocado había sido la mejor, que su contrato quizá fuese un tanto vago, pero concluyente y preciso... Apareció él enfrente, con esos ojos que le helaban la sangre, con esa media sonrisa que a pesar de tener apenas si unos minutos en la tierra con él, Dante sabía iba a odiar durante toda su vida y... entonces se inclinó.

Abrió la boca con sorpresa, siendo eso una satisfacción inesperada para él, pero no duró mucho...

--¿Edward? --Preguntó sintiéndose como un costal de papas en el hombro de él... notando como caminaba al borde. Tembló perceptiblemente mientras abría sus ojos, desorbitados. --¿EDWARD? -- Gritó, aferrando sus uñas en la espalda del demonio que... Sin dudarlo ni un poco, volteó a verlo, diciendo esas palabras que comenzaron a llenarle la sangre de miedo, de adrenalina... --¡EDWAAAAAAAAAAAAAAARD!--Gritó, aferrándose cual niño se aferra a su padre cuando tiene miedo, siguió gritando, hasta que, cuando sintió iba a caer al suelo junto con el demonio fue "salvado" por las alas que salieron tras un crujido del traje. Temblando, notó como volaban en lo alto de Londres, justo adonde estaba su palacete.

No dijo nada, simplemente se aferró con todas sus fuerzas al cuerpo del demonio, rogando por llegar a casa sano y salvo. Necesitaba dormir.





******TEMA CERRADO*******
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